Resumen
Luciano Marín Arango, alias ‘Iván Márquez’, pasó de ser diácono a líder guerrillero y político de la FARC, transformándose en figura del narcotráfico y crimen organizado. Su vida reflejó una caída de valores religiosos hacia el terrorismo y la codicia, dejando un legado negativo en Colombia.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Ha llegado al final de la vida el controvertido terrorista Luciano Marín Arango, alias ‘Iván Márquez’, egresado de un seminario religioso del sur del país, donde alcanzó el grado de diácono y que, por aquellos tiempos de la crisis de valores de la vida religiosa, abrazó la carrera de las armas, en las guerrillas de las autodenominadas ‘Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC --, que tanto daño le han hecho a la humanidad.
Líder político de la ‘Unión Patriótica’, una fuerza rebelde que se enfrentó a las instituciones colombianas, bajo la influencia de la doctrina marxista -leninista, Luciano Marín logró ser uno de los miembros de la Cámara de Representantes por el departamento del Caquetá, escogido dentro de los primeros acuerdos de paz con las guerrillas de las ‘FARC’, al lado de ‘Braulio Herrera’ y de otros rebeldes que se habían alzado en armas contra el país.
Por su formación académica, se creía que podía llegar a ser un gran líder político nacional, hasta cuando aparecieron las tentaciones del dinero mal habido por la influencia del narcotráfico, en cuyas mafias enterraron sus principios éticos para convertirse en secuestradores y bandidos de los departamentos del Cauca, Nariño, Valle del Cauca, Putumayo y Vaupés. Transformado en una figura diabólica para el país, ordenó ejecuciones de líderes sociales de la acción comunal, luego de haber firmado los acuerdos de paz a nombre de las guerrillas de las ‘FARC’ con el expresidente Juan Manuel Santos.
Esta metamorfosis en la vida de Luciano Marín Arango, lo condujo al narcotráfico y al crimen organizado, cuando en su formación académica y religiosa de su temprana juventud había escuchado muchas veces los sagrados mandamientos de la Iglesia Católica, que prohíben matar a los seres humanos y que fijan normas de comportamiento social y espiritual.
Su rebeldía contra las instituciones colombianas y su soberbia lo condujeron al infierno de la intemperancia, donde ordenó la muerte de muchos campesinos, especialmente combatientes de las guerrillas de las FARC y de los líderes sociales, que se oponían a su caprichosa conducta. La metamorfosis de un ser humano que conoció los principios del apostolado religioso y que labró su camino al infierno, como uno de los peores terroristas que haya tenido Colombia.
Que triste morir así, de esa manera, entregado a la codicia del dinero mal habido, como vulgar narcotraficante, convirtiendo su vida en un infierno y dándole mal ejemplo a las nuevas generaciones reclutadas para la subversión, el sicariato y el terrorismo. La figura de alias ‘Luciano Marín’, que había recibido formación religiosa en un seminario de Florencia (Caquetá), demuestra que solamente castigando al niño y enseñándoles los valores morales a las nuevas generaciones, podemos evitar la degradación del género humano, en este país donde los bandidos dicen querer la paz, pero ‘la paz de los sepulcros’.